La semana pasada mientras conversaba con mi amigo, Pablo Grimaldi, sobre los ganadores del premio Nobel, él me sugirió investigar sobre László Krasznahorkai, escritor húngaro que había ganado el premio Nobel de literatura.
Con Pablo siempre tengo muy buenas conversaciones sobre política, literatura, economía y temas un poco más triviales, por lo que su sugerencia me pareció interesante y me puse a investigar sobre el nuevo Nobel de literatura y su producción literaria.
Inmediatamente comencé a hurgar en su obra me encontré con el sugerente nombre de su primera novela: «Tango satánico», escrita en en 1985 que ambienta una ciudad rural húngara, poco después de la caída del régimen comunista.
El autor centra la historia en una fallida cooperativa agrícola cuyos pocos habitantes llevan una vida insignificante, miserable y con poca esperanza. Un pueblo al borde de convertirse en un lugar fantasma.
Cuentan algunas reseñas de esta obra que los habitantes de la ciudad en cuestión se odian y engañan mutuamente y que «viven en una espera vana y pasiva, aguardando un milagro o un evento que cambie su existencia».
De repente todo se torna diferente o al menos eso creen los moradores del poblado al que hace referencia László, con el repentino regreso de Irimiás, un personaje astuto y carismático que había desaparecido años atrás y al que daban por muerto.
Irimiás es una especie de vendedor de sueños, un falso mesías, que promete a los desesperados moradores un futuro mejor y una nueva vida lo cual deviene en esperanza para los ciudadanos del desolado pueblo.
Lamentablemente, creyendo en las promesas de Irimiás el pueblo acepta que este los guíe en una marcha absurda a través del barro y la lluvia, solo para dejarlos abandonados en un lugar baldío para robar el dinero que habían reunido.
Sin dudas que la obra, luce ser fascinante, yo ya pedí mi edición en español y en físico para ir más allá de los resúmenes y las críticas que he encontrado. Sobre todo, porque la forma de actuar de Irimiás se parece mucho, desde mi punto de vista, a lo que representa la ganadora de esta edición del Premio Nobel de la Paz, María Corina Machado.
Una mujer que le promete al pueblo venezolano la vuelta a la «democracia» pero apoya el intervencionismo estadounidense en aguas del caribe e incluso no está en desacuerdo con una operación militar en su propio país. Una mujer que, vendiendo ilusiones de paz y amor, promueve la fractura y la división de la sociedad venezolana. Una mujer de la misma calaña del autoproclamado presidente, Juan Guaidó, que gastó más de 200 millones de dólares pertenecientes al pueblo venezolano sin que se conozca una explicación convincente de su uso.
Es por eso que, en un intercambio de tuits, con el muy buen amigo y compañero, Jesús Feliz, le dije que el «Nobel de la Paz» no tiene el rigor científico técnico de los Nobel de las otras áreas. Es un premio subjetivo donde predomina el prisma ideológico y la utilidad geopolítica».




